El terremoto de Cabo de San Vicente
El mayor terremoto que afectó a España en el siglo XX se produjo hace 56 años en el mar, a aproximadamente 180 km del Cabo de San Vicente, en el extremo sudoeste de Portugal. Además de en el país luso, fue notado en 149 núcleos de población españoles, entre ellos Ávila, así como en Marruecos. En total, se contabilizaron una veintena de fallecidos y más de 80 heridos. En España, con Andalucía como zona más perjudicada, se estimaría posteriormente en cuatro el número de víctimas, todas por crisis cardíacas, aunque otras fuentes hablan de siete.
El Diario de Ávila del viernes 28 de febrero de 1969 incluía en enormes letras un expresivo titular en su portada: «Ávila vivió unos segundos de angustia al registrar el movimiento sísmico». Aunque se afirmaba que había afectado a toda la península, se informaba de que en ninguna ciudad se habían lamentado daños de consideración.
El seísmo, cuya magnitud había calificado el Observatorio Geofísico de Toledo de intensidad siete y medio en la escala de Richter, se había producido a las 3:42 de la madrugada de ese día, en dos oleadas, con escasa diferencia de tiempo entre ambas.
Según el Diario, el Observatorio calculaba que el epicentro estaba situado a 700 kilómetros de Toledo en dirección Sureste, en el Atlántico. Se habían recibido comunicaciones de todas las ciudades españolas, dando cuenta del grado alcanzado en ellas y de los efectos ocasionados sobre la población. En muchos lugares cundió el pánico entre los habitantes, que abandonaron sus hogares agrupándose en las calles. En esos momentos iniciales en España no se tenía noticia de víctimas, aunque el periódico reseñaba que en Lisboa 58 personas habían requerido atención por lesiones leves.
El rotativo local, de edición vespertina, añadía que a las cuatro menos cuarto de la noche anterior fue sentido en Ávila el movimiento sísmico, que se prolongó por espacio de unos treinta segundos. A pesar de la intempestiva hora en que se generó, la potencia de la convulsión y el gran ruido del que iba acompañada provocó escenas de pánico y fueron numerosos los abulenses de distintos sectores de la ciudad que salieron a la calle al ver cómo se movían lámparas y muebles, ante el temor a verse atrapados por derrumbamientos. En muchas viviendas (de los sectores norte y sur de la ciudad, principalmente) se encendieron las luces a la hora en que comenzaron las vibraciones y no se habían apagado hasta llegar la mañana, lo que llevaba al redactor a concluir que el temblor no se había apreciado con idéntica fuerza en todas las zonas de la ciudad.
Se proporcionaba la anécdota de que una enfermera de guardia en el hospital había visto cómo las sacudidas le imposibilitaban sujetar entre sus manos la bandeja que en ese instante portaba, cayéndose al suelo y rompiéndose las tazas y demás objetos de su superficie. En el parque de bomberos de la ciudad se atendieron numerosas llamadas, aunque no fue necesaria su actuación. Todo quedó reducido a la alarma que cundió entre los ciudadanos, sin que se hubiera documentado menoscabo alguno, aunque el terremoto había excitado los nervios de muchos abulenses, que permanecieron desvelados a partir de la hora del siniestro, en alerta ante posibles réplicas.
Las líneas telefónicas quedaron bloqueadas debido al excesivo uso de ellas que se hizo a partir de la hora en que el fenómeno se originó, aunque otras personas de sueño más profundo no se enteraron del suceso hasta oírlo comentar a la mañana siguiente.
Los corresponsales del Diario en Arenas de San Pedro y El Barco de Ávila, Alfonso Reneses y Resflo, respectivamente, trasladaban que también en aquellas comarcas se había registrado el temblor durante varios segundos, igualmente sin causar daños humanos ni materiales de relevancia.
El último movimiento sísmico de importancia que se había percibido en Ávila hasta esa madrugada era el terrible terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755.
Publicado originalmente en Diario de Ávila el 9 de Mayo de 2025.
Fuente original: Diario de Ávila
Recuperado y compartido en viveavila.es con fines culturales y de archivo.



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